Mujeres tachadas de «difíciles» por su asertividad e independencia

En el mundo de hoy, donde se celebra la igualdad y el empoderamiento más que nunca, persiste la paradoja de etiquetar a mujeres fuertes e independientes como «difíciles». A pesar de los avances significativos, muchas mujeres que afirman sus pensamientos, expresan su individualidad y desafían las normas sociales, se encuentran con una etiqueta negativa que, francamente, no encaja con quienes son realmente.

Pero, ¿por qué sigue ocurriendo esto? ¿Qué tiene de problemático tener una opinión firme o negarse a seguir las expectativas de otros, que lleva a la sociedad a etiquetar a una mujer como «difícil»? En este ensayo, exploraremos las raíces de esta concepción errónea, los constructos culturales y sociales que la alimentan, y por qué es esencial desafiar estas nociones anticuadas.

El contexto histórico de la obediencia y sumisión femenina

Para entender por qué las mujeres siguen siendo etiquetadas como «difíciles» cuando expresan sus opiniones o se niegan a conformarse, necesitamos considerar el contexto histórico. Durante siglos, las mujeres fueron condicionadas para ser complacientes, amables y sumisas. Las normas sociales dictaban que una «buena» mujer era aquella que seguía las reglas, aceptaba su papel asignado en el hogar y no cuestionaba la autoridad masculina ni las expectativas de la sociedad.

En muchas culturas, se esperaba (y en algunos casos aún se espera) que las mujeres fueran cuidadoras maternales cuya responsabilidad principal era mantener la armonía en la familia. La idea de que las mujeres debían mantener la paz, incluso a expensas de sus propios pensamientos y deseos, se arraigó en los valores sociales. En este sentido, cualquier mujer que expresara sus propias opiniones o se desviara de estas normas era vista como un problema —alguien que perturbaba el orden establecido y, por tanto, se le tachaba de «difícil». Y claro, eso de «perturbar el orden» a veces es solo negarse a ir de compras un domingo por la tarde.

Desafiando la etiqueta de “difícil”

A medida que las sociedades han progresado y las mujeres han ganado más derechos, la expectativa de que sigan siendo complacientes ha disminuido, pero no ha desaparecido del todo. Hoy en día, las mujeres están más educadas, son más independientes y están más orientadas a sus carreras; ya no están atadas a los roles domésticos que antes las definían. Sin embargo, cuando una mujer sale de los límites tradicionales o afirma su independencia, los viejos prejuicios suelen resurgir y, con frecuencia, se la tacha de «difícil».

Es importante darse cuenta de que la palabra «difícil» en este contexto no es un término neutral. Es una etiqueta cargada, a menudo utilizada para socavar el poder, la confianza y la autoridad de una mujer. Cuando se describe a una mujer como «difícil», lo que realmente se está diciendo es que no encaja en el molde de cómo la sociedad cree que debería comportarse. Y claro, si en una reunión importante ella se atreve a pedir ¡café con leche y no expreso!, ¡el caos social está servido!

Esta etiqueta no solo es inexacta, es dañina. Perpetúa la idea de que las mujeres deben ajustarse a un estándar que limita su potencial. También refuerza una cultura en la que las mujeres sienten presión por mantenerse calladas o pasivas para evitar ser vistas como problemáticas.

Por qué las mujeres con opiniones son vistas como “difíciles”

Existe una doble vara de medir de larga data cuando se trata de la percepción de la asertividad en hombres y mujeres. Los hombres que afirman sus opiniones, lideran con confianza o rechazan directrices que no se ajustan a sus objetivos, a menudo son elogiados como líderes fuertes, pensadores decisivos o ambiciosos. Por otro lado, las mujeres que exhiben los mismos rasgos suelen ser vistas como mandonas, autoritarias o, como es el caso, «difíciles». Si además piden el mando de la TV un lunes por la noche, ¡ya es el colmo!

Este doble estándar está profundamente arraigado en las expectativas de género de la sociedad. En muchas culturas, se espera que los hombres sean autoritarios, tomen el mando y se expresen con audacia. Las mujeres, en cambio, a menudo se espera que sean más complacientes, amables y deferentes. Cuando una mujer rompe estas expectativas al afirmar sus propias opiniones, se la ve como si estuviera cruzando una línea invisible que la sociedad ha trazado entre lo que es «aceptable» para las mujeres y lo que no.

Replantear lo “difícil”

La verdad es que las cualidades que a menudo se consideran “difíciles” en las mujeres —tener opiniones fuertes, ser decididas, defenderse a sí mismas— son, en realidad, rasgos que deberían ser admirados, no criticados. Son las mismas características que conducen al éxito, la innovación y el progreso. Las mujeres que son unapologéticamente ellas mismas, que no temen hablar o ir contra la corriente, son vitales para impulsar a la sociedad hacia adelante.

Y, en realidad, si ser “difícil” significa ser una mujer con carácter, que sabe lo que quiere, entonces ¡brindemos por todas las mujeres difíciles que hacen del mundo un lugar más interesante!

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